martes, 17 de noviembre de 2009

HUMOR, VIOLENCIA E IGUALDAD DE GÉNERO EN "lA ALDEA DE LAS VIUDAS"

HUMOR, VIOLENCIA E IGUALDAD DE GÉNERO EN
“LA ALDEA DE LAS VIUDAS”



El ibaguereño James Cañón sorprende con esta obra que alcanza reconocimiento internacional con premios como el de mejor primera novela extranjera publicada en Francia en el año 2008. En sus trescientas cuarenta y nueve páginas se entrecruza el humor, la violencia y la equidad de género a través de procedimientos literarios claramente definidos como el realismo mágico, el realismo y la prosa lírica.

“La aldea de las viudas” (2009), recrea la historia de una pequeña población ubicada en las montañas de la geografía colombiana a la que llegan las guerrillas marxistas, se llevan los hombres mayores de doce años y asesinan lo remisos. El lugar se queda en manos de las mujeres que, con múltiples dificultades van perfilando una sociedad distinta hasta configurar una nueva aldea donde prevalece “la igualdad entre los individuos y los géneros”.

El humor es uno de los componentes que aparecen con mayor fuerza en el relato, tal vez por esta razón los críticos apuntan hacia el realismo mágico como procedimiento predominante. Sin embargo este humor surge, no sólo de de la hiperbolización o exageraciones, sino de las circunstancias mismas del acontecimiento. Por ejemplo cuando se agotan las hostias y no hay trigo para hacerlas, una mujer comienza a llevarle arepas pequeñas al cura y le agrega sabores hasta que todas terminan comulgando con arepitas de queso.

Las historias alternas están llenas de situaciones que producen desde una leve sonrisa hasta un gesto cercano a la carcajada. Oliva, una de las mujeres más feas de la aldea logra conseguirse un novio, pero pronto la guerrilla se lo arrebata y ella sufre una diarrea incontenible. Con el tiempo se cura y jamás volverá a tener, ni novio ni diarrea. Madame Emilia, la dueña del burdel del pueblo ejerce su oficio con mucho profesionalismo hasta el día que tiene que retirarse porque su dentadura postiza superior se le cae en una sesión de sexo oral.

Los nombres en Macondo están marcados por la repetición de los Aurelianos y José Arcadios, en cambio en Mariquita, así se llama la aldea, las disertaciones del maestro Ángel Alberto Tamacá no logran convencer a sus paisanos de las bondades de marxismo, pero ellos optan por agradecerle las veladas matizadas de cerveza y bautizan a sus hijos con nombres revolucionarios, por eso uno encuentra merodeando la plaza a Hochiminh Ospina, Che López, Vietnam Calderón, Cuba Castro, Trosky Sánchez y hasta dos gatos que reciben el nombre de Fidel y de Castro, en una clara alusión paródica a cierto fanatismo político del siglo anterior.

La obra está dividida en XIV capítulos, al final de cada uno de ellos aparece una especie de testimonio de los actores que participan en conflicto. El tratamiento literario tiene que ver con un realismo, a veces exacerbado hasta convertirse en naturalismo decimonónico. Estructuralmente estas historias de vida de guerrilleros, paramilitares, desplazados, campesinos, militares, están articuladas a la obra como el contexto de violencia que ocurre fuera de la aldea. Las historias de vida muestran la brutalidad del los actores del conflicto, la barbarie y la sevicia con que se enfrenta esta guerra sin sentido. Entre los testimonios que conmueven está el de la muerte de unos indígenas por no querer hablar sobre el sitio donde se ocultaban los guerrilleros:
“Góngora dio unos pasos hacia atrás y apuntó con el revolver
la cabeza del indio. Observé sus ojos. : miraban en blanco
más allá de nuestro líder, más allá de nosotros. Luego mire
a mis compañeros y luego a Góngora, pero cuando Góngora
apretó el gatillo, miré hacia otro lado.
Más tarde, nos enteramos de que los guerrilleros les habían
cortado la lengua a los indios mucho antes que nosotros
llegáramos” (pág. 226)

Estas descripciones escalofriantes que hacen parte de las crónicas y testimonios que recolecta un periodista norteamericano que cubre la guerra colombiana le permiten al lector vislumbrar lo que pasa más allá de los linderos de la aldea, pero que, de alguna manera tiene su réplica simbólica en Mariquita..

En el desarrollo de esa comunidad de mujeres surge una preocupación y es la de la procreación para que esta no desaparezca en el futuro. Intentan lograrlo con los tres “hombres” biológicos que hay en la aldea, pero Santiago y Julio fracasan, sólo queda el cura él que, pidiendo una dispensa divina, renuncia a los votos de castidad y accede a convertirse en una especie de semental, previo establecimiento de unas reglas claras, en las que sobresale normas como las siguientes: “por respeto a Dios, todas las imágenes religiosas deberán sacarse de la habitación donde se va a consumar el acto sagrado”. O esta otra “el padre no les va a hacer el amor, solo estará haciendo bebes, ojalá varones” y por último: “las mujeres deberán considerar la posibilidad de darle comida al padre para que se mantenga fuerte y sano, durante toda la campaña”., a pesar de toda esta parafernalia, el cura fracasa y la frustración de las mujeres es mayor, lo que incide para que sus prácticas sexuales vayan derivando hacia el lesbianismo como resultado natural de sus necesidades sexuales.

El lirismo se toma la novela cuando Santiago, el joven homosexual que ha estado esperando la llegada de Pablo, su pareja, se encuentra con los despojos de un hombre que regresa para entregarle el anillo de compromiso en el último esfuerzo de esa vida que la consume el sida. Con dignidad y valor cumple el ritual de depositarlo en las aguas del río donde vivieron su idilio, ante la tácita solidaridad de las mujeres, que ya por entonces han logrado aceptar que el amor está por encima de las características sexuales y es ante todo la comunión de dos seres, independiente de su configuración biológica.

Cuando cuatro de los hombres de la aldea huyen de la guerrilla y regresan a Mariquita, su llegada choca con la normatividad y las prácticas socio culturales que impera en la nueva sociedad. Ellos tienen que someterse a las decisiones por consenso que toma esa comunidad socialista y no a sus caprichos machistas. Son aceptados de nuevo con la condición de que funden Mariquita La Más Nueva, cerca de la actual aldea donde se trasladan con algunas mujeres y la novela se cierra con el triunfo de la vida sobre la muerte con el nacimiento del primer niño en este nuevo lugar y se impone el florecimiento de una sociedad, donde el sentido del tiempo, la justicia y la libertad para esa estirpe, al contrario de lo que ocurre en Cien años de soledad, aquí si encuentran una segunda oportunidad sobre la tierra.

LIBARDO VARGAS CELEMIN

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